Desde un principio, la idea fue erigir un único espacio que contuviera–asfixiara a los personajes de la obra, y que a su vez se constituyera como personaje en sí mismo: la cabaña. Toda la pieza se desenvuelve dentro de ella, dejando fuera de campo a la playa y al resto del poblado. Se trata de una vivienda formada por tres paredes (la cuarta corresponde al punto de vista del público) construidas con listones de madera astillados, de confección desprolija y tosca, que aloja en su interior los elementos básicos como para que entre raspando en la categoría de "vivienda de verano": una mesa, dos pedazos de tronco que funcionan como sillas, un pallet a modo de sommier sobre el que se ubica un colchón apolillado, un mueble que contiene bacha y anafe, y algunos adornos incongruentes colgados de las paredes. La entrada a la cabaña la constituye el espacio vacío que queda entre la pared izquierda y la del fondo, vestido apenas por una cortina de juncos; el espacio que queda entre la pared del fondo y la pared de la izquierda deja ver una hamaca paraguaya ubicada en el afuera de la cabaña. A las paredes las sostienen sogas que se cuelgan del techo de la sala, lo que provoca un efecto de movimiento e inestabilidad en la cabaña buscado a conciencia, y que se suma a un dato fundamental: la cabaña vive. Y habla. A través de una voz en off, cuenta, opina, interviene en el desarrollo, cataliza el conflicto y pone en riesgo a los personajes. Y esto cumple diversos propósitos: le da un tono a la obra que claramente la aleja del realismo, para ubicarla en una suerte de zona surrealista que provee un margen mayor de maniobra a los conflictos planteados, permite quitarles gravedad y los arrastra a un delirio liberador; se constituye en un procedimiento humorístico que viene a sumarse a otros de índole más textual; y transforma a la obra en un puro signo potencial: a los ojos -y oídos- del espectador, si la cabaña habla, cualquier cosa puede pasar. Pero, claro, finalmente no pasa CUALQUIER cosa. Y en ese raro equilibrio entre el infinito de posibilidades y los pocos elementos que uno finalmente usa –y no decimos “elige” porque en la “elección” se juegan fuerzas que sólo en parte dominamos– para hacer desembocar la cosa, creemos se juega gran parte de la potencialidad del teatro como expresión totalizadora.
En cuanto a los procedimientos actorales y los desplazamientos, la puesta en escena comenzó a construirse a partir de un texto ya terminado que en el paso de la palabra a la acción sufrió pocas, pero en algunos casos importantes, modificaciones. En este sentido, la idea fue respetar lo más posible los ritmos y las respiraciones propuestas por el texto, que proponen un devenir dinámico (toda la pieza transcurre en tres días) con poca pausa y momentos muy puntuales de baja velocidad, con el objetivo de darle una carga de irreflexividad –fortaleciendo así el efecto cómico– a las acciones y a las palabras de los personajes, aún cuando por momentos cierta pretenciosidad inherente a sus temperamentos nos engañe en los oidos.
Todo lo cual se imbrinca con el tono elegido para las actuaciones, de un naturalismo desplazado que intenta acentuar los rasgos más estereotipados de ciertas “especies” (jóvenes de clase media con visos intelectuales en el caso de Mabel y Guillermo; lugareño que sobrevive del turismo y de la transacción “hormiga” en el caso de Cúneo), para generar un superficialidad que nos “suena”, y que por el mero hecho de desplegarse en un contexto extrañado, absurdo, se vuelve porosa y permite vislumbrar un más allá, que quizás ni los mismos personajes vislumbran. Y el espacio escaso en el que se mueven, atrapados en esa cabaña que amenaza todo el tiempo con llenarlos de astillas o caérseles encima, hace que los cuerpos sean una pura incomodidad, que el coito devenga contingencia y no deseo, que la promesa de libertad contenida en la vacaciones mute en prisión, y que entre ellos se imponga el cansancio por sobre todas las cosas, cansancio de estar demasiado pegaditos todo el tiempo, cansancio porque fueron a descansar y haciendo el amor mecánicamente no se descansa, cansancio que no termina con la pareja en escena, pero la deja groggy. Y si les llega a llegar un hijo realmente, ni hablar.
El trabajo se desarrolló con numerosos ensayos por semana en los que se fueron incorporando escenas lo más rápidamente posible, por varias razones: para que el texto sea un obstáculo superado a la hora de lograr la fluidez rítmica necesaria; para llegar a hacer pasadas enteras del texto ya en una etapa temprana de ensayos, con el objetivo de que la obra toda adquiera desde sus primeras instancias una velocidad que la iba a ayudar a solidificarse y a hacerla sentir “de una pieza”, orgánica, y no algo desarticulado o difuso; y para que el tono de las actuaciones pueda buscarse de manera más relajada, ya con los cuerpos y las palabras ubicados en los casilleros correspondientes.
También se intentó incorporar la dimensión sonora y la dimensión lumínica lo más tempranamente que se pudo, porque ambos aspectos resultan ser fundamentales en el entramado semántico de la obra: por el lado del sonido, el “glugluteo” enloquecedor del pavo, la voz de la cabaña, el monótono susurro del mar que lejos de apaciguar contribuye a la alienación de los personajes, la cumbia psicodélica distorsionada que suena en el trance de los hongos, son recursos que no sólo aprontan la forma, sino que en algunos casos incluso delínean personajes en su totalidad; y la luz, que varía entre un registro naturalista para las distintas instancias del día, y la pintura “alucinógena” que deja caer sobre el escenario cuando la cabaña toma la palabra y los hongos entran en acción, no hace sino reforzar la realidad fuera de foco con la que jugamos y que, al fin y al cabo, creemos más cercana a la “verdad” de nuestras percepciones distorsionadas –por el mero hecho de ser con conciencia-, que cierto pretendido realismo que muchas veces termina haciendo agua y planchando todo tanto que al final, nadie se identifica.
En resumen, lo que intentamos poner en escena con “Pavo Colonio, República Origenital del Burruguay” es una obra de teatro ágil, de impronta humorística, que genere mundo y delirio con unos pocos elementos bien dispuestos, y que sea capaz de desplegar la dimensión“vacaciones” en su sentido más amplio e intenso: el de saltar entre la Libertad y la Angustia, permanentemente, todo el tiempo, como cuando la arena de la playa quema los pies y no queda otra que buscar un poco de sombra, para volver al alivio.
Algunas pistas sobre "Pavo Colonio".
domingo, 18 de abril de 2010 | Publicado por Pavo Colonio en 14:24 0 comentarios
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